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EL MECANISMO ECONÓMICO DE LA INMIGRACIÓN

1. La necesidad de la inmigración

Desde los ámbitos económicos, tanto privados como públicos, se explica que la inmigración es necesaria para cubrir los puestos de trabajo que no cuentan con personal autóctono. No sólo se trata de empleos poco cualificados (peonaje en la construcción o servicio doméstico, por ejemplo), sino que también se precisan profesionales con titulación media o superior (como médicos o informáticos). La necesidad es estrictamente económica. Las empresas tienen que crecer para aumentar su cuota de mercado y, como consecuencia, sus beneficios. El crecimiento es el imperativo. Para crecer, obviamente, hacen falta un aumento de recursos y, en particular, de trabajadores, eso sí, con los salarios más bajos posibles.

Como consecuencia, hacen falta servicios sociales, lo que, a su vez, requiere más personal. Y la gran mayoría de este personal ha de proceder del extranjero, dada la baja natalidad de los residentes en los países ricos. Por cierto, que estos inmigrantes tienen tasas de natalidad elevadas, lo que significa una fuente de futura mano de obra.

No se trata pues de proporcionar bienestar a una población determinada, objetivo que se hubiera podido conseguir hace ya mucho tiempo con los recursos existentes, sino de seguir la imparable carrera del crecimiento económico.

2. Una necesidad satisfecha

Es obvio que esta necesidad de mano de obra inmigrante, se satisface con creces, aunque, en algunas ocasiones, se observe la carencia de una cualificación precisa, en cuyo caso no se espera al flujo espontáneo (por así decirlo) de la inmigración, sino que se acude directamente a la contratación en los lugares de origen (peonaje rumano, enfermeras colombianas), o bien, se contrata personal que no tiene que desplazarse (los call centres de Marruecos), o, aún, las empresas se trasladan a buscar en el lugar de origen esta mano de obras con las condiciones laborales y legales que les suponen una reducción de costes). Al margen de estos casos, el éxito es espectacular: los inmigrantes acuden de todas partes, muchos, como sabemos, con alto riesgo de sus vidas. La oferta supera a la demanda, de forma que hay donde escoger, y a muy buen precio.

3. Un mecanismo perfecto

La base del éxito, o al menos uno de sus componentes principales, lo constituye la atracción que Occidente ha sabido crear en los demás pueblos de la tierra a través de la capacidad de seducción de la imágenes de su bienestar. Pero para que esta capacidad de seducción sea efectiva ha de haberse producido un auténtica transformación cultural.

La historia de la implantación del capitalismo en Occidente ha significado, entre otras cosas, la necesidad de disponer de una mano de obra abundante y sumisa, a merced del mercado. Había que transformar el campesino independiente en trabajador para la industria, y para ello había que separar el trabajo del resto de actividades, aniquilando las formas tradicionales de existencia.

Lo mismo se ha hecho, y se sigue haciendo en la actualidad a una escala mucho mayor, con las poblaciones indígenas, mediante la destrucción de sus instituciones propias, aboliendo la economía colectiva de autoabastecimiento (mal llamada de subsistencia), y obligando finalmente a que los individuos tengan que ganarse la vida vendiendo su trabajo en la agricultura comercial o la industria. Expulsados de sus lugares de residencia, abocados a subsistir precariamente en las aglomeraciones urbanas, en el paro o en llamada economía informal, han perdido no solo sus medios de vida tradicionales sino su propia cultura.

A todo ello ha contribuido de forma muy destacable, la denominada ayuda al desarrollo. Los créditos concedidos con liberalidad por gobiernos y bancos internacionales se han transformado en una deuda creciente que ha supuesto una dependencia mas eficaz que la existente bajo el antiguo dominio colonial. Pero cuando la ayuda no es crédito sino generosa donación, en la que las ONG tienen un papel preponderante, el aflujo de mercancías, al acentuar la monetización y la dependencia tecnológica, ha contribuido a la degradación de los valores vernáculos y a la destrucción de los sistemas de reciprocidad.

Así, los pueblos de cultura no occidental, sometidos desde diferentes frentes a la pérdida de sus referentes culturales, están capacitados para ser seducidos por las imágenes del bienestar individual con que les bombardea Occidente, y convertirse en estos trabajadores que la economía necesita para proseguir su crecimiento desbocado.





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