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A PROPÓSITO DE ‘LA MAYOR FELICIDAD PARA EL MAYOR NÚMERO' (UNA LECTURA DE HANNAH ARENDT)

Serge Latouche, en un libro reciente (Décoloniser l'imaginaire. La pensée créative contre l'économie de l'absurde. Paris, Parangon, 2003), caracteriza sintéticamente la modernidad de la siguiente manera:

"La modernidad emerge entre el siglo XVI, el Renacimiento y el siglo XVIII, la Ilustración; entendemos por ella el proyecto de construir la sociedad humana sobre la única base de la razón repudiando la tradición y rechazando todo lazo con la trascendencia, es decir, la revelación religiosa. El objetivo consiste en edificar una ciudad universal hecha de individuos libres e iguales, asociados mediante un contrato social a fin de realizar ‘la mayor felicidad para el mayor número", según la fórmula utilitarista" (p. 30) (Mi traducción)

Esta fórmula es la que popularizó Jeremy Bentham en un libro publicado en 1780 (Introduction to the Principles of Morals), quien efectivamente la proponía como norma moral y objetivo de la actividad política.
No es casual, como hemos de ver más adelante, que Bentham fuera nombrado ciudadano honorario de la República Francesa en 1792, puesto que sus ideas eran las mismas que impregnaban la triunfante Revolución Francesa.

Es en este punto donde se sitúa la propuesta de lectura del libro de Hannah ARENDT, Sobre la revolución (Madrid, Alianza Editorial, El libro de bolsillo, 2004 [1963]), La autora analiza básicamente dos de las Revoluciones más importantes de la modernidad, la Americana y la Francesa. Aunque ambas Revoluciones emprenden caminos diferentes a partir de la diversidad de las condiciones de origen, acaban por converger en el modelo de la Revolución francesa.

En la Revolución francesa, para Arendt,

"Fue la necesidad, las necesidades perentorias del pueblo, la que desencadenó el terror y la que llevó a su tumba a la Revolución francesa... No fue la conspiración de reyes y tiranos, sino la conspiración, mucho más poderosa, de la necesidad y la pobreza la que distrajo los esfuerzos de los revolucionarios y evitó que sonase la ‘hora histórica'. Mientras tanto, la Revolución había cambiado de dirección; ya no apuntaba a la libertad; su objetivo se había transformado en la felicidad del pueblo" (p. 80)

Para la autora, en la Revolución francesa se enfrentaban dos fuerzas y dos aspiraciones distintas: por un lado, la de los que aspiraban a la instauración de un régimen de libertad en substitución de un régimen opresivo; por otro, el pueblo, agobiado por las necesidades materiales, que aspiraba a la satisfacción de sus necesidades materiales. Para Arendt se impuso esta segunda opción, es decir, la "felicidad del pueblo" triunfó sobre la aspiración a la "libertad", en el sentido que la satisfacción de la necesidad individual se impone al establecimiento de una sociedad libre.

Hannah Arendt refiere que la Revolución americana acabó perdiendo su espíritu original, el de la lucha por la libertad, para acabar compartiendo la dirección que había tomado la Revolución Francesa. Así lo explica:

"Es evidente que lo que se perdió como consecuencia de esta incapacidad para el pensamiento y el recuerdo, fue el espíritu público... identificamos este espíritu con los principios que... inspiraron originalmente a los hombres de las revoluciones... los hemos llamado libertad pública, felicidad pública, espíritu público. Lo que quedó de ellos en América, una vez que había sido olvidado el espíritu revolucionario, fueron las libertades civiles, el bienestar individual del mayor número y la opinión pública como la fuerza más importante que gobierna la sociedad democrática e igualitaria. Esta transformación se corresponde casi exactamente a la invasión de la esfera pública por la sociedad" (p. 304,5) (yo subrayo).

La contraposición es aquí muy clara: el espíritu revolucionario americano original se traduce en la aspiración a una libertad y felicidad públicas, colectivas, bien diferentes de esa felicidad individual que recoge la expresión de Bentham, y que queda anclada en la necesidad material, aunque la autora no cita al filósofo inglés, cosa superflua, dada la popularidad de la fórmula.
Por otro lado, Arendt utiliza "bienestar" en vez de "felicidad" , lo que enfatiza muy correctamente a mi juicio la contraposición entre los dos espíritus, y la deriva moderna que ha arrinconado la felicidad en provecho del término más preciso y científico de bienestar. Y lo que en es seguramente más importante: hemos olvidado que existe una felicidad y una libertad públicos, porque el horizonte de la modernidad ha hecho de estas y otras nociones, atributos meramente individuales.


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